lunes, 25 de julio de 2011

Antonio García Vargas, Andalucía, España



Zoo con figuras

¡Ay, Erasmo! Vivir no es nada fácil
en este extraño zoo con figuras
lleno de borricadas y ternuras
alternando lo bestia con lo grácil.

Quisiera sostener mi propio hilo
algunas noches más, algunos días.
No ser sólo perfil de greguerías
ni sentir de la espada el mero filo.

Ya los pasos de cebra me aprisionan
me persiguen semáforos danzantes
muchachas que decoran con sus guantes
mi fértil cara, chico. No razonan.

El amor tiene nombre y no se nombra:
claridad de principio, después sombra.



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Los silencios a veces

Los silencios a veces no son sino cadáveres
de palabras hermosas que no se pronunciaron
trozos de sentimiento
residuo en la placenta que nunca superó
el avatar del parto.

Los silencios son ecos que cual almas en pena
pugnan por ser nombrados.

En la gran biblioteca que guarda los silencios
debe estar el “te amo” que no dije aquel día
y la torpe mirada con que dije “hasta luego”
aquel anochecer.

La vida se compone, amada mía, de voces
que no se despegaron del tronco primigenio
de la pura inconsciencia.

La palabra es la esencia del Todo y de la Nada
y si no se pronuncia nos sume en el obscuro
infierno original del vinagre y la flor
podándonos el alma
haciendo del adentro apenas leve número
seguido de algún cero
y apenas… nada más.




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Las oscuras lagunas del homo sapiens

Le han crecido al almendro
hermosas yemas verdes.
Baja temperatura, apenas cero grados.
Los gorriones de escarcha
saludan al invierno.
La arboleda copula con lechos minerales.

Mientras, al otro lado del Génesis
las naves surcan impolutos horizontes.
En desiertos de arena mana el oro oscuro.
El ojo del lagarto refleja satélites lejanos
y el sol convierte en plomo
la giba del camello agonizante.

La tanqueta amarilla
bordea el viejo oasis y se apresta al disparo.
La aldea desaparece y la historia con ella
retrocede al Mioceno.

A lo lejos un mapa en la urbe dorada
señala apetecibles territorios.
Lo estudian opulentos jeques con corbata
magnates de occidente llegados del Averno
con sus ojos de cabra
gafas oscuras
mente estrecha
sayo largo
sopesando los riesgos y bondades
de provocar contagios para apaciguar el hambre
disminuyendo el número de bocas.

El almendro no sabe
de alquimia o matemáticas
mucho menos de números.
Puede que al retoñar esté anunciando su muerte.
Que al legar su materia a los ocasos
transmute sus anhelos y despojadas de cortezas
sus yemas con sus versos vegetales
consigan ser al fin poema.



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 Tijuana 2010

(Punto y seguido de un zócalo patrio que abraza y olvida)

Tú, la Tijuana que yace extendida, que no arrodillada;
hay en tus genes sabores de almizcle y danzas guerreras,
brindas tu cuerpo de diosa morena al viajero que llega
para después someterlo al hechizo de tu alma pagana.

Mezcla divina de sangres impuestas, de ardores y razas
cual mezcolanza de dones que hicieron de ti una princesa
engalanada con plumas sagradas, un símbolo azteca,
signo y señal de una historia que siempre será recordada.

Eres sutil sortilegio de alguna epopeya encantada,
un manantial de pasiones que a oscuras su ser desmelena,
la cenicienta del cuento, la fiera que acecha y espera;
hembra que ardiente deshoja en su pecho las flores del alma.

En tu perfil mejicano subyace tu sal y tu gracia,
eres la flor solitaria que acoge y deleita. Tu estela
cubre de esencias los cuerpos que al alba gozosa despiertas
entre rumores de abrazos-caricia y tañer de campanas.

Muestras la tierna templanza que sabe a requiebro y espada.
¡Ah, cicatriz de un paisaje! ¡Frontera que al ojo rebela!
¡Cruel realidad que le impone a tu tierra una injusta bandera!
¡Sabes que siempre serás la mirada-denuncia que calla!

Hoy a los ojos del mundo descollan tus logros, Tijuana,
californiana mixtura, mariachis sin hachas de guerra,
eres gentil primavera de brotes que al orbe se muestran:
¡Puerta que se abre y se cierra mistérica al todo y la nada!




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Narcisismo del agua y otras disquisiciones
ILos átomos se enlazan, se transforman en agua, se funden, se evaporan,
su esencia asciende al cielo. Ya nube, se descargan alfombrando los suelos.

Agua, criatura primera nacida del aire
y del fuego,
fluyes de dentro del hombre, de tierras,
del cielo y del mar.
Fiel compañera, principio y constante
de un mágico ciclo,
omnipotente elemento divino
que induce a la paz.
Cual presuroso Narciso contemplo
en el agua mi imagen
mas en el rostro aparece el reflejo
del cielo y la tierra;
bosques inmensos se miran conmigo
en el karma del agua,
toda la flora del mundo es inmenso
Narciso que mira,
piensa y se piensa en el dulce cristal
de la fuente dormida
hasta que un gesto perturba las aguas
borrando el paisaje.
Todo universo que el agua refleja
confluye en lo eterno,
mientras dialogan los bosques, las aves
en nubes cabalgan.
Mi narcisismo transforma a los seres
en flores y plantas,
hace brotar de sus pétalos suaves
fragancias y olores
pues se anarcisan conmigo sintiéndose
parte del agua.

II
En los juncos del lago, junto al agua divina, se desnudan las ninfas,
más tarde se sumergen derramando sus gracias, diluyendo las ansias.

Aguas de madrugada que en silencio se posan
sobre dormidos cuerpos y los curan, los limpian
restituyendo al alba tamizadas figuras.
Después construyen charcas donde mezclan lo oscuro
con la yacente arcilla desgajando los magmas
que el humano acumula desde su advenimiento.
El agua es un ser vivo, pasajero de un cuento
que el humano desbroza, y en el cuento es el agua
la que muere, nos deja y regresa hecha escarcha.
En los cuentos del agua se reflejan murmullos
de risas cristalinas, más tarde, cuando cesan,
ahogadas por lo oscuro, su fragancia se muere,
se hunde en lo profundo y hasta se pudre el alma.

III
Hay voces en los ríos ahogadas por los vientos
que en cascada descuelgan pesares y lamentos

Eres agua profunda. En tu seno florecen
las esencias de un sueño. Partícula divina,
apócope de verso escindido del cielo.
Cada gota contiene mensajes que proceden
de un íntimo universo que incesante nos llama.
Antes de recorrerte, el humano posaba
sus muertos en tus aguas. En ataúdes árbol
—maternal envoltura—, el río rescataba
el origen del ciclo, el humano comienzo
de la vida que acaba devolviéndola al seno
de madres que la esperan para parir de nuevo.

IV
El agua se recoge, en sus múltiples danzas,
en un solo recuerdo, dinámica del tiempo,
metáfora de sombras que viste de silencios
la visión solitaria de algún líquido sueño.

Cuando el bosque en la noche oscurece los cuerpos
el agua los rescata y florecen los tallos
de profundos misterios descifrados en versos.
Esas aguas ligeras que te toman o dejan,
esas aguas extrañas de tomillo y romero,
esas aguas pesadas que al hendirlas reflejan
las vísceras y el hueso; el vacío y la nada.
Esa savia terrestre que se inmola, se escapa,
resurrección constante del alma atormentada.
Se lleva los paisajes y construye sus valles,
su belleza es la muerte que la aúpa hasta el cielo
para etérea volver como nieve que adorna
las inclinadas ramas de un joven rododendro.

V
¿Eres agua, ese fuego que en la noche desvela
a fogosos amantes? ¿Eres llama mojada
que empapando los cuerpos purifica y eleva?
¡Dime llama!, ¿eres agua?¡Dime agua!, ¿eres llama?

El agua en su pureza
al mirarse en sí misma
se refleja al completo.
Se convierte en espejo,
es cielo y arboleda,
imagen absoluta
del más tierno misterio.
La flor se vierte líquida
en múltiples luceros,
se deslumbra la estrella,
atrapa un ave al vuelo
y en colores la viste.
La piedra se hace nido
—galaxia sumergida—
regresando a las frondas
del útero materno.





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Criptograma de porcelana

(Ella supo de la lluvia cuando mi mirada goteó hasta su escote)

Besar la forma de tu boca no es un poema
aunque gozar del tacto de tu labio
sea una aproximación a la poesía.

Besar tus ojos
y perderme en el azul de tu iris
es un principio poético
mas no poesía, no.

Poesía, amada, es besar
tu boca en la arista de un azul
y perdernos en el ensueño profundo 
que lleva al milagro de amar.
II
Mortalmente hieres mi cuerpo con tu cuerpo
cuando a hurtadillas te asomas
y descubres, no el poema,
sino el alma que le dio vida quitándosela.

El amor es a veces un reloj antiguo
lleno de bosques. Y agua. Y bichos.

Mi cuerpo dolorido
es un trozo de tierra cansada
que sigue la senda del polvo
buscando la noche del fuego antiguo.

¿Recuerdas, mi ama,
cuando extendías mi piel de hombre
junto a tu cama?
¡Ah! Instantes petrificados
en el dibujo de tu cuerpo
en tanto arrebatabas el ánima invisible
de mis pájaros.
III
Esos pechos de punta arisca,
ese bombín de agrio fieltro
modelando el cráneo de la bestia.
Esa mirada de lluvia degollando
la simetría del retrato.

Me urge el temor vertical de los conceptos;
esa nave esbelta llena de gamos,
la sombra elemental de tus silencios.
Mas…
todo ello me asusta, amor,
cuando veo la gota amordazando la brisa
mientras la banca de Londres resopla
hasta perder el habla y los signos.

Somos tulipanes naufragados
en el credo incorregible de las rocas,
sin más compañía que el estruendo
de un mar amplificado
en su alma de caracola.

La luz del horizonte, querida,
suele ser más bella
cuando nos mira.
IV
Siento a veces la urgencia de volar
entre porcelanas y tatuajes
de lágrimas.

¡Ciegos! ¡sí, ciegos!
¡estamos ciegos de demasiada luz!
El ojo es el vehículo de todas las fugas,
el oído la concha de todas las repeticiones,
la memoria es culpable de nuestros infiernos.

¡Ah, la memoria! ¡huella mnésica!
¡corteza seca! ¡ceniza amarga!
deberemos enfrentarla desnudos
aunque sea a tientas.
Tal vez sea el único modo
de brillar en la oscuridad,
sin fisuras ni dualidades,
blandiendo la brillante espiga analógica
frente al rememorador efecto de la cifra.
V
La lira de Orfeo como ofrenda musical
de reverberación y ocultamiento,
calcificación inevitable de lo cotidiano
donde lo imitatio es transmutatio;
cuando el Tú deviene en un Yo
creado a imagen y semejanza.
Nuboso retorno a lo indeterminado,
a lo críptico, irrevelado,
semilla de azúcar sedienta de instantes,
perianto de joven flor
deteniendo la totalidad del mundo
en un trasvase de luz
que una al semejante
y le asigne un nombre




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Alguien se equivocó de guerra


Hemos roto el tallo de la última flor...

(Lágrimas, plis)

Y construimos un puente oral
para sortear el abismo diario;
un puente preciso, fuerte,
d i a m a n t i n o,
para así asumir la realidad
de la forma superficial
del problema de fondo.

¿Problema? ¡Oiga, poeta! ¿Qué problema?

Brotan, del infinito pretérito,
lamentos del trigo verde;
muere, avergonzada,
la inocencia del espliego.

¿En verdad el espliego era inocente? ¡Venga ya!

Alguien... guien... ien... en... n......

¿Quién, hombre, quién?

¡Alguien o todos, señores,
se ha se han nos hemos
equivocado de guerra!

Antonio García Vargas
Todos los derechos reservados



jueves, 21 de julio de 2011

Manuel Salvador Leyva Martínez, México


AMOR SIN FINAL

¿Qué te ofrece un poeta...?
!Lo que nadie te ofrenda!

Te brindaré el tesoro de mis íntimos versos
las primicias sublimes que tu amor inspiró,
te daré totalmente mi amante poesía
jurando que te adoro..., como venero a Dios.

Oirás mis palabras de ideal fidelidad
mi oferta y testimonio de amarte eternamente,
de alfombrar tu camino con pétalos de mi alma
y colmar de caricias tu adorable existir.

Finalmente, !lo juro!, hasta mi propia vida
se tenderá a tus plantas con fervor pasional...
Total, si no me quieres, yo bien sé que eres mía
porque eres mi poema, más bello e inmortal.

¿Qué te ofrece un poeta?
!Un amor sin final!…




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MADRIGAL AZUL

Es el color azul beso del tiempo
en la piel del espacio y lontananza,
es sonata de cielo y horizonte
si un poeta le canta a la esperanza.

El azul es un beso en la fragancia
del añil irisado de las flores,
es líquida turquesa de laguna
y en el mar es alfombra de fulgores.

Pero el azul de azules que venero
y ama mi corazón, puesto de hinojos,
es el zafiro azul de tu mirada,
cuando azulmente besas..., con tus ojos.




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MANOS DIVINAS

Las manos de mi madre, las amo por divinas
desde la cuna son mi más bendito amparo,
en oscuras tinieblas son luminoso faro
que orientan sabiamente mis sendas peregrinas.

Manos que me liberan de cardos y de espinas
que son en todo horario mi tesoro más caro,
cuando ellas me acarician mi vida es cielo claro
sin negros nubarrones o angustias mortecinas.

Las manos de mi madre, son rubias azucenas
que en el jardín del tiempo me dan horas serenas
y el aroma sublime de la tranquilidad;

por su excelsa ternura protegiendo mis pasos
y por ser un viandante, sin temor a fracasos,
son la gloria infinita de mi felicidad.




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DESIERTO DE CALIFORNIA

Contemplar el desierto en California
es admirar el alma del silencio,
es palpar su quietud que es flor de polvo,
escuchando el concierto de su arena.

Es convivir la soledad doliente
de la triste tristeza de la tierra,
compartir la aridez y lejanía
del imperio soberbio de la espina.

Yo le rindo oración y pleitesía
a su piel calcinada de verano
y a su sol masculino e implacable
que soporta el nopal indiferente.

El desierto es oásis de sahuaros
y hortaliza de agaves y de zarsas,
de nopales, cardones, matorrales
y mural de horizontes sin frontera.

En noches enlunadas y tranquilas
que decora una gris melancolia,
el desierto es el himno de la nada
cual soneto secreto del olvido.

En el día es un páramo que suda
salitre, insolación y agonía…,
y en átomos de hoguera reverbera
el terco pensamiento de las dunas.

Es prófugo consorte de la lluvia
verdugo de los lirios y las rosas,
enemigo de lagos y riachuelos
y asesino tenaz de primaveras.

Sin embargo es edén inextinguible
de la vida increíble y subrealista,
de ofidios y animales nocturnales
que auspicia la pupila de noche.

El desierto es un mar inamovible
sinfonía telúrica de siglos,
es alfombra de brisas afroditas
por el lésbico beso de los vientos.

Por todo eso, mi voz, para el desierto
es devoción de amor a California,
porque es blazón donde la Patria empieza
y es tricolor prestigio de mi raza.




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POLEN DE ESTRELLAS

Cautivo del dolor y sufriendo su ausencia
hay negritud en mi alma con soledad de abismo,
mi clamor conyugal es dolor de impotencia,
desvarío de conciencia y mortal derrotismo
porque estoy muerto en vida y no tengo indulgencia.

Mi reclamo es absurdo, es locura maldita
lo sé, mas mi penar, lo avala y justifica
y olvidando creencias y faltando a Dios mismo
soy un terco blasfemo y al destino maldigo;
!Porqué se fué primero y estar solo me aterra?…
!Porqué estoy en la tierra, huérfano de su abrigo?…
!Porqué grito su nombre y sólo me responde
el perverso y terrible infierno del silencio?…

Y en el indescifrable espacio sin respuesta
la imagen luminosa de mi adorada muerta,
cual bálsamo bendito mitiga mi lamento
y su voz de ultratumba besa mi pensamiento:
Siempre estoy a tu lado porque en tus versos vivo
la distancia no existe, porque así lo escribiste,
recuerda que juramos interminable idilio
mientras tu poesía no sea polvo de olvido”.

Su voz dulce y serena calma mi desconsuelo
y como niño inerme, pido perdón al cielo…
A nuestro Padre Eterno, le ruego suplicante
que su bondad permita, a este poeta amante,
que al llegar a su mansión divina, cuando muera
y si por mis pecados, su puerta no se abriera
porque conscientemente estuve blasfemando,
le imploro estar muy cerca de mi adorada muerta,
como polen de estrellas, para seguirla amando.


Manuel Salvador Leyva Martínez. (MÉXICO)
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