lunes, 26 de septiembre de 2011

Carlos Guerrero, España


En un lugar distante


En un lugar distante me he de encontrar
cuando vuelvan las nubes del invierno
para teñir la cama de un color casi oscuro,
fugados para entonces nuestros cuerpos
de exacto amanecer entre sábanas tristes,
tintadas de humedad en derramado semen
(ni tampoco deseo de tu desnudo sexo)


Este calor absurdo,
apenas me permite recordar con certeza
aquellos dos amantes
(quisieron clandestinos)
que en una aciaga tarde se encontraron
en ese absurdo cuarto, carente de cortinas,
siquiera sabedor de nuestros nombres.

(del poemario Arte de náufrago)




* * *


Barco de papel

Fue de papel, y en el estanque
de los juegos y los peces de colores
flotó por un momento.

Movido por mi mano,
velamen infantil desprovisto de intención
siquiera de dominio,
quise guiarle, indemne, a la segura costa,
al socaire del viento y de la muerte. 

Se deshizo sin más. Apenas tuve tiempo
de rezar un responso ante tal desventura.

Naufragó junto al pez de colores difusos,
bajo el agua enjaulada de la fuente,
sobre el verdín que el tiempo puso allí,
borrando sin remedio tu rostro inscrito en él.





* * *





Recaba mi atención


Recaba mi atención cómo las sombras,
desvestidas de cualquier artificio,
(tampoco constreñidas al papel de ser sombras)
avanzan implacables sobre un mundo en color.

A pecho descubierto,
sin permitir la opción a cualquier resistencia
por parte de la luz,
conjugan su atrever con su opaco atractivo,
misterio que conmueve al ignorante ser
que habita en altas casas donde el sol sobresale
sobre nubes de aire y algodón deshilado.

Pero la sombra, es sombra
por mucho que disfrace su color primigenio.
Cuando ocupa las calles, se evaporan las flores,
se confunden los pájaros,
los abiertos portales se pueblan de fantasmas,
abyectos, los recuerdos
ocupan su lugar de casi frío,
el farol necesario se prende, repentino,
para alumbrar un tiempo de infinita tristeza,
los niños ya no están,
vaciaron las plazas de gritos y de risas,
y el tiempo se transforma en historia de otros.

Después, la noche cubre la razón de estar vivo.


(del poemario "En una luz distinta")




* * *


Incomprensión



Me miras sin piedad, abiertamente,
como se mira a un cuadro que cuelga en la pared
sin defensa posible;
como miras la noche sabida desde antes;
y me siento perdido;
y abrasa tu mirada que taladra mi nuca,
mi sexo y mi costado y quisiera decirte,
pero tengo los labios sellados a tu nombre.


(del poemario "Los espacios vacíos")



* * *


Es apenas la hora

Es apenas la hora donde nace la tarde.


A través del cristal, borroso por el vaho
que mi aliento y el frío configuran,
contemplo la ciudad húmeda y sucia.


Allí se calla el viento,
los hombres se arrodillan cuando llega la noche
y los pájaros, mudos,
en el frío inclemente se mueren de tristeza.


Es la ciudad del miedo y la miseria,
de paredes desnudas siquiera de grafitis,
de magia aniquilada y viejos saltimbanquis
pateando sin piedad sobre sus losas.


Es la ciudad perdida en los mapas ociosos.
La ciudad que ha entregado sus rincones,
antes llenos de luz y amanecida,
a los perros locuaces que atontan a los gatos.

Tampoco se oye un ruido.
Mismamente parece que el Ángel Vengador
vagara entre mil coches parados sin remedio.

El hambre y la injusticia han colmado sus plazas
de corbatas sin dueño y carteras vacías.

(del poemario "Soliloquios en voz alta")



* * *


Al sur de las ciudades

Al sur de las ciudades,
allá donde los mapas concluyen sus historias,
el mar lo anega todo,
el cielo es casi gris y los ojos no alcanzan,
tiene su enclave Ítaca.

Ahí hemos de llegar, es necesario,
antes de que las nubes nos borren el verano,
antes que nuestras piernas a caminar se nieguen,
antes que nuestra vista desconozca el sendero,
antes que nuestro corazón, audible apenas,
nos quite del amor y deje que el vacío
se adueñe del presente y de la historia.

A Ítaca hay que arribar en lozanía,
mientras nos emocionan la risa de los pájaros,
el canto de los niños y el cuerpo de las madres
y seamos capaces de mirar al espejo,
sintiendo la pasión renacer cada noche
sin siquiera importarnos si quedará un mañana.

El resto, ya no importa.
Entraremos cantando allí donde los ojos
no alcanzan los confines,
el cielo es casi gris y las ciudades
no saben de su sitio.

(del poemario "Eternidades")


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