AMOR SIN FINAL
¿Qué te ofrece un poeta...?
!Lo que nadie te ofrenda!
Te brindaré el tesoro de mis íntimos versos
las primicias sublimes que tu amor inspiró,
te daré totalmente mi amante poesía
jurando que te adoro..., como venero a Dios.
Oirás mis palabras de ideal fidelidad
mi oferta y testimonio de amarte eternamente,
de alfombrar tu camino con pétalos de mi alma
y colmar de caricias tu adorable existir.
Finalmente, !lo juro!, hasta mi propia vida
se tenderá a tus plantas con fervor pasional...
Total, si no me quieres, yo bien sé que eres mía
porque eres mi poema, más bello e inmortal.
¿Qué te ofrece un poeta?
!Un amor sin final!…
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MADRIGAL AZUL
Es el color azul beso del tiempo
en la piel del espacio y lontananza,
es sonata de cielo y horizonte
si un poeta le canta a la esperanza.
El azul es un beso en la fragancia
del añil irisado de las flores,
es líquida turquesa de laguna
y en el mar es alfombra de fulgores.
Pero el azul de azules que venero
y ama mi corazón, puesto de hinojos,
es el zafiro azul de tu mirada,
cuando azulmente besas..., con tus ojos.
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MANOS DIVINAS
Las manos de mi madre, las amo por divinas
desde la cuna son mi más bendito amparo,
en oscuras tinieblas son luminoso faro
que orientan sabiamente mis sendas peregrinas.
Manos que me liberan de cardos y de espinas
que son en todo horario mi tesoro más caro,
cuando ellas me acarician mi vida es cielo claro
sin negros nubarrones o angustias mortecinas.
Las manos de mi madre, son rubias azucenas
que en el jardín del tiempo me dan horas serenas
y el aroma sublime de la tranquilidad;
por su excelsa ternura protegiendo mis pasos
y por ser un viandante, sin temor a fracasos,
son la gloria infinita de mi felicidad.
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DESIERTO DE CALIFORNIA
Contemplar el desierto en California
es admirar el alma del silencio,
es palpar su quietud que es flor de polvo,
escuchando el concierto de su arena.
Es convivir la soledad doliente
de la triste tristeza de la tierra,
compartir la aridez y lejanía
del imperio soberbio de la espina.
Yo le rindo oración y pleitesía
a su piel calcinada de verano
y a su sol masculino e implacable
que soporta el nopal indiferente.
El desierto es oásis de sahuaros
y hortaliza de agaves y de zarsas,
de nopales, cardones, matorrales
y mural de horizontes sin frontera.
En noches enlunadas y tranquilas
que decora una gris melancolia,
el desierto es el himno de la nada
cual soneto secreto del olvido.
En el día es un páramo que suda
salitre, insolación y agonía…,
y en átomos de hoguera reverbera
el terco pensamiento de las dunas.
Es prófugo consorte de la lluvia
verdugo de los lirios y las rosas,
enemigo de lagos y riachuelos
y asesino tenaz de primaveras.
Sin embargo es edén inextinguible
de la vida increíble y subrealista,
de ofidios y animales nocturnales
que auspicia la pupila de noche.
El desierto es un mar inamovible
sinfonía telúrica de siglos,
es alfombra de brisas afroditas
por el lésbico beso de los vientos.
Por todo eso, mi voz, para el desierto
es devoción de amor a California,
porque es blazón donde la Patria empieza
y es tricolor prestigio de mi raza.
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POLEN DE ESTRELLAS
Cautivo del dolor y sufriendo su ausencia
hay negritud en mi alma con soledad de abismo,
mi clamor conyugal es dolor de impotencia,
desvarío de conciencia y mortal derrotismo
porque estoy muerto en vida y no tengo indulgencia.
Mi reclamo es absurdo, es locura maldita
lo sé, mas mi penar, lo avala y justifica
y olvidando creencias y faltando a Dios mismo
soy un terco blasfemo y al destino maldigo;
!Porqué se fué primero y estar solo me aterra?…
!Porqué estoy en la tierra, huérfano de su abrigo?…
!Porqué grito su nombre y sólo me responde
el perverso y terrible infierno del silencio?…
Y en el indescifrable espacio sin respuesta
la imagen luminosa de mi adorada muerta,
cual bálsamo bendito mitiga mi lamento
y su voz de ultratumba besa mi pensamiento:
“Siempre estoy a tu lado porque en tus versos vivo
la distancia no existe, porque así lo escribiste,
recuerda que juramos interminable idilio
mientras tu poesía no sea polvo de olvido”.
Su voz dulce y serena calma mi desconsuelo
y como niño inerme, pido perdón al cielo…
A nuestro Padre Eterno, le ruego suplicante
que su bondad permita, a este poeta amante,
que al llegar a su mansión divina, cuando muera
y si por mis pecados, su puerta no se abriera
porque conscientemente estuve blasfemando,
le imploro estar muy cerca de mi adorada muerta,
como polen de estrellas, para seguirla amando.
Manuel Salvador Leyva Martínez. (MÉXICO)
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