miércoles, 14 de mayo de 2014

Miguel Alberto Ochoa Jr García, Tijuana, México

Gatos salvajes

Con la desmesura de las cosas
infinitas, miro el vuelo suficiente
de las aves y descubro que puedo
vivir en sus alas un instante.

Con la suerte de los colores
y los ocios, con la forma errada
de construcción, de un momento
a otro atisbo que el descubrimiento
es un cerrojo que con amor se abre.
Así vuelo y no vuelo cuando uno
del cerrojo sale.

Cada mar es un tocamiento de
identidades que viven en las 
cosas simples de las que uno
sabe: sabe y no sabe desde
el alumbramiento de un caminar
desentendido de caminos,
mas no, de gatos salvajes.


* * * * * *


A consumarse

Las cosas vuelven a terminar de consumarse
a gritar, a caminar, a lanzarle rocas
a las gaviotas y a pisar charcos.

vuelven con un ánimo rocoso y transparente,
dispuesto a calcificarse.

Como dispuestos a evaporarse
entre lumbres y motivos.

Dispuestos a conocer el tiempo
en su interminable máscara
de luz cóncava, circular.


* * * * * *


Nos llovemos

Esta soledad se multiplica
a borbotones.
Llega como lluvia e invade todo.
Tempestad que no se cansa
e Inmediara a la vista
colora y descolora el día
según la profundidad
del recuerdo.

Unos está solo por todos lados
sumido en un punto
donde mido al mundo
con tu ausencia.

Que cansada lejanía recorre 
la memoria.

No le puedo mentir a 
los lugares que fueron
benditos por tus pies
e insertar imágenes
paganas.

Creer que puedo cerrar 
los ojos y verte.

Que cansada memoria
recorre tu lejanía y que
cansada línea nos 
atraviesa sin
matarnos.

©Todos los derechos reservados: Miguel Alberto Ochoa Jr García




miércoles, 3 de octubre de 2012

Carlos Órdenes Pincheira, Chile



Eternidad

(lo imposible)

Hace tres mil años nos besamos
en la espesura de un bosque petrificado.
Nuestro amor quería romper
la niebla del espacio y del tiempo.
El mar nos decía que seríamos infinitos.
Al cruzar la estepa de los siglos
habría tiempo papa beber
aquellos crepúsculos que no alcanzamos apercibir.

II

El aciano azul lloraba
cuando una mortaja ciñó tu cuerpo.
El viento gemía
ante el derrumbe de tu templo,
La humedad te tocaba en pleno corazón..

III

Mil años después,
huérfano de luz, besé el polvo del camino.
Algo tuyo palpitaba en él.
Murmuré: “Te amo, polvo mío.
Esperaré que relumbres como un ídolo de bronce.
Caminaremos juntos bajo la noche gigante
y hasta el simple trébol
cual la oveja de los mares
se arrodillará a nuestros pasos.

IV

Un día de te vi nacer
con el regocijo de un naranjo en flor.
Pero ya mis pasos estaban amarillos.
El silencio me arrastraba a su morada.
Habías llegado tarde.
La muerte disgregaba mis espinas.
Los cipreses nunca comprendieron
por que la tierra se agitaba en las noches de calma...

V

Hoy nos hemos encontrado.
Yo soy un faro ciego que en vano lucha
contra las tempestad
Tedio florece en mi costado
Los ojos vagan sin rumbo por las playas. .

Tu llegada será tranquila como el lento gotear de la aurora.
Reconoceré tu voz,
tu cuerpo solemne,
dadivoso en abandonos.
La desterrada juventud tornará a mi frente y
en las palma de mis manos comenzarán a caer estrellas.

VI

Nos amaremos como se aman los árboles en la noche.
Nunca mancillará nuestra marcha la hipocresía.
Despojada del manto de los atavismos,
querré verte desnuda
como esta mano que aún no cautiva los cielos.
Has de ser tan generosa como el agua,
amplia como el océano.
serás hermana de mi silencio,
sosiego de mis volcanes y
transformaré tus fuegos en la felicidad del agua dormida.

No te detendrás ante ningún escollo.
Mi barro triste estará contigo.
Y estoy cierto que en tres mil años
volveremos a leer este poema
en la espesura del bosque petrificado...

(de "Eternidad", 1967)



* * *


La verdad del poeta

caminar sobre brasas
adentro del yo vital, único heredero de la honradez
unido
a la médula del viajero
sin tropiezo,
atento a la alta luz de los aromos...

auténticos hijos de la oscuridad
quisieran volcar
el agua magnífica, puro sol, enredo feliz de lunas...

lo trascendente para ellos es trizar la sinfonía,
incendiar
alas, alamedas, algunas algas alborotadas,
crear la tempestad
de los espantos, industriales del miedo pretenden
gobernar un pueblo de ovejas...

es el sino de la mano aleve y
el corazón empedernido creando infamias al amanecer...
la joya fulgurante
-belleza para el poeta-
tenerla en la cumbre de su quimera,
sostenerla siempre...

hambre, frío, tos, soledades,
por custodiar las palabras en un libro de lluvias...
hay una sepultura
para quien la lleve a los salones de la hipocresía...
afiladas garras, criminales miradas
para detener el ritmo...

desde mi rincón veo pasar las bestias
que hacen de los infantes
una historia negra, amarga, doliente...
todo un alud de injurias para borrar
la gracia de ser...
pulverizar la ternura,
apagar las voces y
no exista quien denuncie la matanza de ilusiones
de pueblos abandonados en miseria y olvidos...

entre fauces y muslos sigue avanzando
con la antorcha que todos quisieran apagar...



* * *


Viento

Trae un cargamento de sílabas: las empiezo a unir,
un terror helado
me recorre la piel: genocidios, bombas, incendios, catástrofes...
En la pantalla del horizonte
parecieran verse escenas de hielo:
guerras,
infantes de vientres abultados, apenas sostenidos por un par de huesos,
otros, perdida para siempre la luz,
madres tronchadas, violadas, muertas...
Es el mundo manejado por cobardes: no trepidan
en aplastar la esenia de la vida.
¡Miserables!
¡Escorias!
¡Torcidos engendros!
Avanzan hermanados a la mortandad, sus odios mancillan sueños,
manitas recientes,
jóvenes hundidos
en la quejumbrosa tierra dolorida de tantas masacres...
nada los detiene,
ni ancianos arrodillados,
rostros llorosos desencajados de espanto.
El viajero de cristal murmura sobre una cruz retorcida...
En qué rincón o quebrada
es posible encontrar una sola gota de piedad?
Lámparas del planeta
comienzan a apagarse, el firmamento se quiebra
las aguas se arrugan
ante fabricadas oscuridades.
Inocentes sollozan en las esquinas por sus padres fantasmas.
¡Cómo duele ver
este desfile
de cáscaras empujadas al abismo!..
Deben crecer aprisa los niños de hoy para que mañana
quemen la maldad,
construyan otro cielo y
exista un reparto justo de luciérnagas...

©Todos los derechos reservados: Carlos Órdenes Pincheira

viernes, 21 de septiembre de 2012

Dionisio Cañas, España



En otro lugar del tiempo
11 – 9 - 2001

Un hombre se lanza al vacío.
Su pasado ha dejado de existir.
Su presente es esta larga caída,
este sereno descenso hacia la muerte.
Todo ha quedado
suspendido
como el soplo de una canción sin palabras.
Su teléfono móvil cae sonando con él:
una sórdida llamada de la vida.
Él ya no puede responder,
va bajando tiernamente hacia la muerte.
Un hombre va cayendo
hacia una llanura de cemento
donde miles de seres humanos
huyen como estrellas fugaces que quisieran
abandonar un universo en llamas,
un oscuro universo en el que Dios
se ha escondido avergonzado
de su propia creación.
Él alza los ojos hacia el cielo;
no hay respuesta posible.
Todo es de una serenidad sorprendente
y él sólo oye el silbido del aire que le roza la piel
mientras va descendiendo hacia su muerte.
“¿Qué hora será? ¿Dónde estarán mis hijos?”
Él no sospecha que sus preguntas
ya las hace desde otro lugar del tiempo,
otro lugar donde abrirá los ojos y verá un vacío
como vacío está ahora su propio corazón.


* * *


La flor de la alfalfa

Un hombre anda solitario por las calles del pueblo,
siente que en humo se deshacen sus días
y que la noche
esta borrando las huellas de un imposible amor.
Sus deseos son aves quemadas por el aíre,
La caída de la lluvia sobre un campo segado,
el óxido donde mueren
las palomas de la ciudad.
Ahora estamos tendidos frente a un lago,
cerca juega tu hijo y olvidamos
que sólo somos la piel de una misma muerte.
Nos hemos puesto barro sobre el cuerpo
y nos une y amasa el sudor de la tierra,
este aire que huele a romero, melonares y viñas.

Con pocas cosas vive dichoso el hombre,
me dijiste cuando subíamos al coche;
yo también fui feliz una tarde de verano
en la hora cuando el sol era un incendio blanco
y las pequeñas flores de la alfalfa
brillaban invitándome a celebrar la vida.

Nunca andará solo el hombre que con otros
Ha compartido un instante feliz
Porque las calles le recordarán un nombre
Aunque vea a su amor escrito con el humo,
O le espera la muerte en cualquier bar.


* * *


Septiembre, cuando llegue la vendimia

No sólo en primavera florecen los rosales,
también trae el otoño, con su sabor de muerte,
una luz similar a la del girasol
que vuelve la cabeza cuando pasa
con señorío antiguo el astro de los días.

En Nueva York son jóvenes todavía las arcillas
y a mi pueblo ha llegado el sabor del otoño,
y el tierno atardecer con su sol de membrillo.
Más allá de los bares vacios de Manhattan
está la tierra antigua que a todos nos espera
verde y morada, silenciosa y nuestra.
Ya recogen las uvas primeras de septiembre
bajo el cielo nublado de un agrio amanecer
mientras en estos parques van ardiendo las hojas
y el río inicia su largo camino hacia el helado
rostro invernal que cubrirá las aguas.
También allí en el pueblo están blancos los árboles
pero de escarcha en este plomizo amanecer.
La niebla rozará los montes cuando
Cambien los pájaros el color de sus plumas.
Tibias anuncian el aire las heladas
porque prefiere el clima favorecer la tierra
y huele a miel la cosecha de este año.
Junto al río los árboles son recuerdos de hojas,
y la luz se retira cansada y amarilla
entre los edificios de New Jersey.

A esta hora de la noche en que estoy escribiendo
cuando para ti se anuncia otro día laborable,
las palabras me traen el olor de tu cuerpo
y el deseo de ser siempre tú y yo
la flor del tiempo que no queman los fríos
vientos del norte que castigan la tierra.


* * *


Bajo la higuera

Aquí han muerto mis abuelos,
en soledad he leído algunos libros
y en una noche de verano
también hice el amor.
Es cierto que bajo estas hojas
ásperas como los días
en que el mundo parece no tener sentido
he visto las primeras estrellas
y que a pesar del tierno terciopelo
y del oro que adornan las gargantas
prefiero el seco perfume de la higuera.
Los gatos se pasean por sus ramas
y los pájaros devoran cada año
el fruto negro que el árbol nos entrega
como un dulce y enlutado regalo
alegrándonos el paso de los días.
Alguna vez he llorado bajo esta higuera
porque he visto en su soledad la nuestra
y en las arrugas de su retorcido tronco
los tatuajes del tiempo.
En el delirio eléctrico de la borrachera
he vuelto a enamorarme en este patio
y he charlado con las hojas oscuras
mientras me vigilaba la luna de diciembre.
Aquí me ha visitado algún amigo muerto
y hemos hablado de Nueva York
y de este pueblo trapecista
que se sostiene entre un cielo cegador
y el vacio de las cuevas.
Como una fecha irreal he visto escrito
el día en que nací en esta casa
donde mis padres se amaron sin saber
que yo sería tan sólo su torpe resultado.
Cuando en Manhattan pienso en ti,
vieja hermana de manos verdes,
siento que la vida siempre ha tenido razón,
que es el hombre quien hace su destino
y acepto esta temprana derrota del amor.


* * *


Lágrimas de cristal

Los que lloran cuando todo el mundo baila,
los que bailan cuando todo el mundo reza,
los que conocen el ácido de la memoria,
los que han sido parte de la peor historia,
los que han sido el peor chiste de todos,
los que ríen de sí mismos, los pesimistas,
los optimistas, los alegres invitados a la muerte,
los poetas.
Solo una raza de lenguas cortadas
podría ya salvarlos, porque han hecho
del amor una leyenda, del dolor un espectáculo,
de la vida una baba de palabras…
Solo la alegría podría ya salvarlos,
y el silencio de las piedras consolarlos,
porque no han estado nunca solos,
porque no han fracasado aún lo suficiente,
porque no han amado aún lo suficiente,
porque no han sabido ver en una lágrima
la ternura del mundo, la vida, la hermosura
del universo reflejada
en un grano de sal.



* * *




Corazón de perro

Corazón de perro has de tener
Pasas por la puerta del bar
Y no entras a beber

Con los ojos de un perro he mirado el mundo,
tenebroso y hermoso en un atardecer
nublado, en la Alameda,
cuando un arco iris podaba los viñedos.

He visto
        el mundo en los ojos de un perro,
sus bondades, sus cienos, su hoz, su locura,
el ruido del dinero,
mientras el río Guadiana se seca sin canción.

Con los ojos de un perro he mirado el mundo,
he visto los tractores verdes y rojos
perderse entre las lluvias
como quien entra
en una discoteca de cristal
donde bailan eléctricos
                                        los esqueletos del amanecer.

He visto
         el mundo en los ojos de un perro
y he comprendido que es hermoso vivir
en este día de tormenta, en la Alameda,
cuando es ácida la luz que entra
                                                            en mis ojos de perro.

Algún día se irá
y recordará, corazón de perro,
este bar de La Mancha donde
una tarde tenebrosa y hermosa,
entre vinos y amigos,
volvió a tener la vida
                                      el olor de las tormentas.

He visto…

©Dionisio Cañas