lunes, 6 de diciembre de 2010

Victor Manuel Pazarín (México)

 

Milagros sencillos

                                      

Torre de viento
que mira la mirada,
es monumento.

2

Sale la luna,
la sombra de los pinos
ya es sólo una.

3

Pájaro quieto,
dentro de su jaula
es movimiento.

4

En el jardín,
una estrellita de agua,
brilla sin fin.

Del poemario La medida (1996)
                               

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El espejo, el principio
A mi madre, con todo mi amor

                                                                                      
Hay una mancha de sangre en el espejo
que las manos se empeñan en borrar.
El espejo es el principio:
la densa neblina cubre a los personajes, deja escuchar duras
conversaciones: fragmentos de palabras, astillas que logran
zaherir.

El espejo, el principio:
lutos que oscurecen la vida de quien está sin estar, llantos
poliédricos, vetas de una madera antigua, primigenia.
Yo me lavo las manos, la cara,
en el agua del lebrillo:
el espejo gotea su negra sangre y ensucia
la “clara realidad”.

Me lavo y me visto de una densa neblina,
la neblina que empaña al espejo.
Adentro de la luna hay figuras inciertas que el ojo no alcanza
a desvelar.
Hay palabras brillantes que dicen sin decir y al decirse se
desdicen.
Hay cuchillos adentro de la carne, y dolorosos amaneceres que
despiertan incertidumbres innominadas. El espejo
reproduce la “realidad” de este cuarto, el cuarto de la viuda
que lamenta.

Yo me lavo y me visto de una densa neblina
y el corazón asume el sinsabor de las noches de la viuda que
llora interminablemente,
su llanto es la levadura de una oscura sangre.

Es la primera noche: en ella habitan el dolor y las lamentaciones.
Yo me asomo al espejo, al espejo de negra pulcritud que la neblina
aclara.
Me asomo y me detengo: ¿siempre la prudencia? ¿las manchas de la
fisgonería? ¿la atenta claridad del que mira sin mirar? Me asomo
y me detengo: la viuda extiende sus delgados brazos y me
acaricia.
Me detengo porque el dolor de la viuda es una realidad. Procuro
darle alivio, pero el dolor asoma y comienza otra vez sus
lamentaciones;
contengo el llanto para que la viuda se contenga. Me asomo al
espejo, caigo adentro y la densa neblina se convierte en sangre
que ensucia las manos; ella me lava y
me acaricia y dice palabras que no retengo,
porque la hora ya se acerca:
es el momento de lavarme la cara
de vestirme y salir: el espejo es la puerta
que lentamente describe ya el dolor.
Me visto y ¿me detengo?: observo cómo
deslizo mi cuerpo:
me cubro de la densa neblina que cubre la desnudez de los que
adentro viven:

escucho, finalmente, el llanto de la viuda y sus manos me toman:

hay una mancha de sangre en el espejo,
nos borra...





2 comentarios:

  1. Conmovedor "El espejo, el principio". Amigo mío, hay raíces fuertes en tus versos que van destilando sabia de amor en cada palabra. Se desbordan las imágenes en el reflejo del espejo de los ojos de ese ser tan amado: tu madre, la mía, la de muchos. Y el final del poema, sencillamente, ¡Brillante!

    Mi respeto y admiración ante ti: el ser humano, el hijo, mi amigo, el poeta.

    Mara

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